Tendría 8 años cuando mi papá me enseñó a jugar Ajedrez, de manera muy calmada explicaba cada movimiento, yo veía que él jugaba con mi hermano mayor durante largas partidas y creo que le dejaba ganar, pues al finalizar mi hermano se ponía muy contento, hasta que un día le dije: “papi enséñame”.
Ahí descubrí la estrategia de la competencia, le preguntaba por cada jugada (para mi tonta) que él hacía, le pedía: “no me dejes ganar”, actúa de igual a igual, en cada derrota aprenderé a mejorar.
Él me decía que yo tenía estrategias opuestas, a veces atacaba y otras era muy pasiva, pero en todas demoraba en decidir, por tiempo hubiera perdido todas las jugadas. Creo que nunca le gané.
Transcurrieron los años, y mi alegró ver a mi anciano padre enseñándole jugar ajedrez a mis dos sobrinos, tampoco les dejaba ganar, el tema era competir.
Aun hora tengo mi pequeño juego de ajedrez imantado, y a veces cuando estoy sola y deseo compañía, juego conmigo misma, es una experiencia única.
Practicar el juego del Ajedrez me ha permitido pensar un poco más rápido, utilizar la mano izquierda, ser calmada, mejorar mi razonamiento, buscar distintas alternativas en un mismo escenario ayudándome a planificar, a concentrarme, mejorar mi creatividad porque puedo pensar por largo rato sin preocuparme en que no llego a una conclusión, mejorar mi memoria, ayudar a solucionar mis problemas y a veces los de los demás, y me brinda prácticas de concentración,
Además mejoró mi nivel de razonamiento, a ser más lógica y a utilizar en todo momento a las ciencias matemáticas, pero sobre todo a tener mucha paciencia, la misma paciencia que tiene mi adversario cuando me demoro en mover una pieza.
Fotografías obtenidas de la web.
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